Por Carolina Miranda
Tlaxco, Tlaxcala.- En las grandes llanuras cubiertas de magueyes, una calle luce repleta de estanterías con cientos de quesos de todo tipo de variedades y colores; al adentrarse a las entrañas de la población, aparecen los jarrones con pulque, la bebida de los dioses aztecas.
Las torres de su parroquia y la cantera rosada de la Capilla de Lourdes anuncian el corazón de Tlaxco, un pueblo mágico que aparece como una joya preciosa entre montañas boscosas, extensas llanuras repletas de magueyes pulqueros y una gran laguna.
A 2 mil 500 metros sobre el nivel del mar, la fábrica de yogurt, las queserías, los talleres de plata, el mercado de artesanías y sus monumentos religioso e históricos son parte de los atractivos del municipio, puerta de entrada a un corredor turístico que abarca regiones de Tlaxcala y Puebla.
La Parroquia de San Agustín, que data del siglo XVII, luce portentosa con su cantera rosa, sus nichos vacíos y ausencia de contrafuertes, que la hacen única y la gran vigía del pueblo con su gente amable.
La Capilla del Calvario, con su enorme escalinata originaria del siglo XIX, forma parte de los grandes vestigios históricos de la zona, como la Hacienda de Santa María Xalostoc, con una atmósfera virreinal y la evolución porfiriana.
Se trata de un recinto que recibió el Premio Nacional de Restauración Histórica, con sus trojes, tinacales, calpanerías.
“Aquí encontrarán un turismo ecológico y religioso”, describe Beatriz Hernández, una técnica en turismo que ofrece crepas en el parque central.
Tlaxco también es cuna de artesanos, hombres y mujeres que dan forma a la plata y a la madera para dejar hermosas figuras a sus visitantes. Por sus calles principales se pueden recorrer y conocer sus talleres para adentrarse a su trabajo.
Tanto con la plata con la madera, el proceso es minucioso y requiere la creatividad de los artesanos de Tlaxco.
